Limpiando Lima – Grado Cero
Apenas caminé por las calles de Lima, me dí cuenta que algo había sucedido. No era la misma que había dejado unos años atrás y menos aún en los años de mi niñez.
Había conocido una Lima diferente de la que habían disfrutado nuestros padres, y más aún, muy distinta a la que vivimos hoy junto a nuestros hijos y hermanos.
Hoy Lima es una ciudad tan grande como tantas otras en países vecinos. No ha encontrado límites. Ahora se habla de Lima Norte, Lima Sur, etc. y aquello que antes parecía tan lejano, hoy lo sentimos más cerca que nunca.
Lo primero que deseaba hacer era recorrer la ciudad. Subí a un bus y viví la experiencia. Observe todo lo que pude. Por varios días repetí el plato. Lo que antes era un cerro, hoy es un satélite de la ciudad. Las pistas cruzan por donde antes nadie hubiera imaginado. Combis, Couster, buses, taxis, mototaxis, y autos particulares, tejen y destejen el desorden. La ciudad estaba sucia y aún lo está. No es que antes no haya sufrido de este mal, si no que hoy los volúmenes de suciedad la han sometido a un estado de coma grado “n”.
El problema de la basura en las calles es inherente a toda la sociedad en su conjunto. Pero únicamente puede considerarse “problema” en la medida en que nuestra conciencia se someta a nuestros actos. Se ha expandido por todos los sectores como una epidemia que no encuentra límites. La gente no se hace cargo de sus desperdicios. Los externalizan sin asumir costo alguno. Ya es un mal endémico. Digo esto, desde el momento en que veo gran indiferencia por parte de los ciudadanos frente a la enfermedad.
Muchos se lamentan por la situación de Lima, pero nadie hace nada por revertirla. Y peor aún, esas mismas personas hacen uso de esas malas costumbres. Lo lamentable es que las personas se desprendan de sus desperdicios sin tener en consideración si afectan o no afectan al que tienen al lado. Ya no importa nada. Ya es normal arrojar una envoltura de algún producto, una botella, unas cáscaras de frutas o cualquier otra cosa que no nos sirva. Como esto es ya una “norma” para nuestra sociedad, entonces forma parte de nuestros hábitos de convivencia.
Algunos pocos distritos han invertido en colocar tachos de basura tal como se reclama. Otros han intentado concientizar a la gente a través de carteles en la vía pública e incluso anunciando penalidades pecuniarias o de otra índole por el arrojo de basura en zonas prohibidas. Pero aún no se ha asistido al enfermo integralmente.
El comercio ambulatorio de comestibles es común en cada esquina. Los vendedores de caramelos, heladeros y fruteros. Las carretillas que ofrecen quinua o maca en vaso o también en bolsa. Los que venden ceviches o caldos de gallina. Los vendedores de agua y bebidas gaseosas en los cruces de calles y demás.
Están los vendedores que circulan por los autobuses recitando sus mejores formas de venta. Hábiles para sacudir los corazones más sensibles o remover las conciencias más livianas. Los que cantan y los que hacen como que cantan. Los ex convictos que desean volver a su provincia natal luego de haber estado recluidos varios años. Los que están a pocas horas de tener que entregar la receta médica para su familiar internado en algún hospital capitalino. Los ex adictos a las drogas y hoy convertidos en consejeros espirituales u oradores de cultos religiosos. Los hermanos colombianos que han visto en esta plaza un buen motivo para comerciar. Los pequeños niños trabajadores que nos invitan a despertar. Todos ellos y muchos más son los personajes de nuestra querida ciudad.
Pienso que sería de mucha gente si no pudieran utilizar los buses como un mercado móvil. Si la autoridad municipal modificara el código de convivencia de la ciudad. Si la solidaridad de algunos brillara por su ausencia. Si la indiferencia de otros se expandiera cual epidemia o si la desconfianza termine por ahogarnos en un mar de prejuicios.
Todas las historias dramáticas imaginables juntas en un solo viaje en bus es un platillo proteico y enriquecedor que nos invita a la reflexión: “HAY MUCHO POR HACER”.
¿Volver el tiempo atrás?… es imposible.
Lima ha caído en un vacío de indiferencia o mejor entendido en un estado de esterilidad evolutiva. Aquel en el que los que componemos el sistema somos incapaces de procrear sendas fértiles de desarrollo con los recursos que disponemos.
El fragmentado sistema social ha gestado sus propios subsectores económicos con organizaciones e instituciones de la que se sirven.
Lima, aún hoy, no ha podido soportar las altas tasas de crecimiento demográfico sin precedentes. La dinámica migratoria, en gran parte impulsada por la inestabilidad política en el país, ha conjugado con las crisis económicas recurrentes durante varias décadas. Las altas tasas de desempleo han contribuido al desorden social. Las endebles políticas de bienestar social han fortalecido el tumor de la pobreza. La desesperación por aprovechar los periodos de auge económico y prepararnos para las épocas recesivas mediante la acumulación de “capitales” ha permitido atropellos sobre atropellos. Se ha dejado de lado todo aquello que no sea ganar dinero rápido y fácil. Ya todo tiene un precio.
Las frágiles instituciones que forman parte de nuestro sistema político y rector de los lineamientos y normas de convivencia no han estado a la altura de los sucesos y realidades. El denominador común ha sido la indiferencia de sus propios fundamentos. Lo anterior ha generado un fuerte rechazo y descreimiento en nuestras autoridades. No es casual que nuestra estabilidad este siempre bajo análisis, y la gobernabilidad se encuentre en riesgo creciente y constante.
Y esto que vemos acá, es inherente a los procesos de cambio que han atravesado muchos países en el mundo. La diferencia se podría encontrar en la intensidad y la velocidad del cambio. ¿Pero quienes impulsan el cambio y cuando lo hacen? – El propio tejido social y en el momento en que el conjunto considere que es tiempo de pasar a un “mejor estar”.
“Juntos” podemos alcanzar lo inimaginable. Sacar a LIMA del lugar a donde la hemos llevado. Aquello que hoy para muchos parece utópico podemos convertirlo en una realidad. La mejor realidad que podamos tejer para nuestra ciudad y por aquellos que deseamos que LIMA, nuestra querida ciudad sea pues el mejor lugar que todos los que estamos y los que vendrán podamos disfrutar.
¡No hay tiempo para más, pongámonos en marcha!
Michell Moreno Gordillo
Coordinador General
Limpiando Lima
Apenas caminé por las calles de Lima, me dí cuenta que algo había sucedido. No era la misma que había dejado unos años atrás y menos aún en los años de mi niñez.
Había conocido una Lima diferente de la que habían disfrutado nuestros padres, y más aún, muy distinta a la que vivimos hoy junto a nuestros hijos y hermanos.
Hoy Lima es una ciudad tan grande como tantas otras en países vecinos. No ha encontrado límites. Ahora se habla de Lima Norte, Lima Sur, etc. y aquello que antes parecía tan lejano, hoy lo sentimos más cerca que nunca.
Lo primero que deseaba hacer era recorrer la ciudad. Subí a un bus y viví la experiencia. Observe todo lo que pude. Por varios días repetí el plato. Lo que antes era un cerro, hoy es un satélite de la ciudad. Las pistas cruzan por donde antes nadie hubiera imaginado. Combis, Couster, buses, taxis, mototaxis, y autos particulares, tejen y destejen el desorden. La ciudad estaba sucia y aún lo está. No es que antes no haya sufrido de este mal, si no que hoy los volúmenes de suciedad la han sometido a un estado de coma grado “n”.
El problema de la basura en las calles es inherente a toda la sociedad en su conjunto. Pero únicamente puede considerarse “problema” en la medida en que nuestra conciencia se someta a nuestros actos. Se ha expandido por todos los sectores como una epidemia que no encuentra límites. La gente no se hace cargo de sus desperdicios. Los externalizan sin asumir costo alguno. Ya es un mal endémico. Digo esto, desde el momento en que veo gran indiferencia por parte de los ciudadanos frente a la enfermedad.
Muchos se lamentan por la situación de Lima, pero nadie hace nada por revertirla. Y peor aún, esas mismas personas hacen uso de esas malas costumbres. Lo lamentable es que las personas se desprendan de sus desperdicios sin tener en consideración si afectan o no afectan al que tienen al lado. Ya no importa nada. Ya es normal arrojar una envoltura de algún producto, una botella, unas cáscaras de frutas o cualquier otra cosa que no nos sirva. Como esto es ya una “norma” para nuestra sociedad, entonces forma parte de nuestros hábitos de convivencia.
Algunos pocos distritos han invertido en colocar tachos de basura tal como se reclama. Otros han intentado concientizar a la gente a través de carteles en la vía pública e incluso anunciando penalidades pecuniarias o de otra índole por el arrojo de basura en zonas prohibidas. Pero aún no se ha asistido al enfermo integralmente.
El comercio ambulatorio de comestibles es común en cada esquina. Los vendedores de caramelos, heladeros y fruteros. Las carretillas que ofrecen quinua o maca en vaso o también en bolsa. Los que venden ceviches o caldos de gallina. Los vendedores de agua y bebidas gaseosas en los cruces de calles y demás.
Están los vendedores que circulan por los autobuses recitando sus mejores formas de venta. Hábiles para sacudir los corazones más sensibles o remover las conciencias más livianas. Los que cantan y los que hacen como que cantan. Los ex convictos que desean volver a su provincia natal luego de haber estado recluidos varios años. Los que están a pocas horas de tener que entregar la receta médica para su familiar internado en algún hospital capitalino. Los ex adictos a las drogas y hoy convertidos en consejeros espirituales u oradores de cultos religiosos. Los hermanos colombianos que han visto en esta plaza un buen motivo para comerciar. Los pequeños niños trabajadores que nos invitan a despertar. Todos ellos y muchos más son los personajes de nuestra querida ciudad.
Pienso que sería de mucha gente si no pudieran utilizar los buses como un mercado móvil. Si la autoridad municipal modificara el código de convivencia de la ciudad. Si la solidaridad de algunos brillara por su ausencia. Si la indiferencia de otros se expandiera cual epidemia o si la desconfianza termine por ahogarnos en un mar de prejuicios.
Todas las historias dramáticas imaginables juntas en un solo viaje en bus es un platillo proteico y enriquecedor que nos invita a la reflexión: “HAY MUCHO POR HACER”.
¿Volver el tiempo atrás?… es imposible.
Lima ha caído en un vacío de indiferencia o mejor entendido en un estado de esterilidad evolutiva. Aquel en el que los que componemos el sistema somos incapaces de procrear sendas fértiles de desarrollo con los recursos que disponemos.
El fragmentado sistema social ha gestado sus propios subsectores económicos con organizaciones e instituciones de la que se sirven.
Lima, aún hoy, no ha podido soportar las altas tasas de crecimiento demográfico sin precedentes. La dinámica migratoria, en gran parte impulsada por la inestabilidad política en el país, ha conjugado con las crisis económicas recurrentes durante varias décadas. Las altas tasas de desempleo han contribuido al desorden social. Las endebles políticas de bienestar social han fortalecido el tumor de la pobreza. La desesperación por aprovechar los periodos de auge económico y prepararnos para las épocas recesivas mediante la acumulación de “capitales” ha permitido atropellos sobre atropellos. Se ha dejado de lado todo aquello que no sea ganar dinero rápido y fácil. Ya todo tiene un precio.
Las frágiles instituciones que forman parte de nuestro sistema político y rector de los lineamientos y normas de convivencia no han estado a la altura de los sucesos y realidades. El denominador común ha sido la indiferencia de sus propios fundamentos. Lo anterior ha generado un fuerte rechazo y descreimiento en nuestras autoridades. No es casual que nuestra estabilidad este siempre bajo análisis, y la gobernabilidad se encuentre en riesgo creciente y constante.
Y esto que vemos acá, es inherente a los procesos de cambio que han atravesado muchos países en el mundo. La diferencia se podría encontrar en la intensidad y la velocidad del cambio. ¿Pero quienes impulsan el cambio y cuando lo hacen? – El propio tejido social y en el momento en que el conjunto considere que es tiempo de pasar a un “mejor estar”.
“Juntos” podemos alcanzar lo inimaginable. Sacar a LIMA del lugar a donde la hemos llevado. Aquello que hoy para muchos parece utópico podemos convertirlo en una realidad. La mejor realidad que podamos tejer para nuestra ciudad y por aquellos que deseamos que LIMA, nuestra querida ciudad sea pues el mejor lugar que todos los que estamos y los que vendrán podamos disfrutar.
¡No hay tiempo para más, pongámonos en marcha!
Michell Moreno Gordillo
Coordinador General
Limpiando Lima
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